Aquella palabra ágil, que vuela, que se va con el aire.
Aquel recuerdo ágil, tanto, que se borra de lo que somos.
Aquel bolígrafo ágil que escribía interminables exámenes.
Ágil la canción que retumba en tu cuerpo al apoderarse de tus tímpanos.
Ágil aquella voz misteriosa que te embruja.
Ágil la lectura de un libro admirado.
En el fondo, todo es ágil, porque nada perdura para siempre,
y si lo hace: de manera diferente.
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